El desierto de Bledow (Bledowska). Os propongo hacer un viaje, o más bien dos. El primero es volar hasta Polonia, a un lugar no muy lejano de la ciudad de Varsovia. Y lo segundo es viajar en el tiempo hasta hace unos cuantos miles de años atrás. En aquel entonces los procesos de erosión glaciar provocaron una fuerte deposición de arenas. Esta sedimentación fue continua durante muchísimos años hasta alcanzar espesores de arena muy gruesas (hasta 40 metros de profundidad).

¿Quien dijo que los desiertos eran típicos de zonas cálidas? Veamos como ha ido evolucionando este enigmático lugar que podréis visitar en vuestro futuro viaje a Varsovia 🙂

Nota: Pido perdón si alguna palabra en polaco está mal escrita. Me resulta difícil encontrar ciertos símbolos en el teclado español.

El desierto de Bledow, que no siempre fue un desierto.

Pero aún cuando teníamos tal acumulación de arenas, con la retirada de los hielos, la temperatura en esta zona se suavizó y permitió que la vegetación comenzara a colonizar este paisaje. Las coníferas se convirtieron en las “reinas” de los bosques de lo que hoy es Europa, y el desierto de Bledow no fue una excepción. El arbolado empezó a dominar los paisajes y la biodiversidad se adaptó fácilmente a este lugar llegando a desarrollarse ecosistemas que seguro hoy en día somos incapaces de creer que podrían estar en este lugar.

Aspecto panorámico del Desierto de Bledow y sus bosques circundantes.
Aspecto panorámico del Desierto de Bledow y sus bosques circundantes.

Pero es cierto que, como muchos de los paisajes europeos, este territorio también sufrió la mano del hombre. De esta manera, entre los siglos XII y XIII toda la madera en forma de árboles comenzó a ser recolectada y la deforestación del lugar dejó al descubierto de nuevo toda la arena que se había almacenado los miles de años anteriores. A esto hay que sumarle la explotación minera (sobre todo de plata) que se comenzó a dar también. Toda una conjugación de efectos antrópicos que provocaron la pérdida del bosque y sacó a la luz al Desierto de Bledow.

En el siglo XX, todo cambió.

El siglo XX fue avanzando y tal basta extensión de territorio arenoso fue utilizado durante la Segunda  Guerra Mundial como campo de entrenamiento. De hecho, hoy en día existe una porción de terreno en la zona norte del desierto todavía es tierra militar.

Y a partir de los años 50, el ser humano quiso decidir el futuro de estas tierras y se llevaron a cabo procesos de reforestación que volvieron a transformar el desierto en un bosque en muchas zonas.

Sin embargo, hoy en día se pueden encontrar porciones de desierto de gran valor ecológico con ecosistemas meritorios de ser protegidos y que os queremos mostrar para que podáis valorar la importancia del lugar.

Cartel indicativo con los diferentes elementos de interés del Desierto de Bledow.
Cartel indicativo con los diferentes elementos de interés del Desierto de Bledow.

La biodiversidad del Desierto de Bledow.

En las zonas arenosas de Bledow se han creado con el paso del tiempo pastizales en las zonas de dunas que se encuentran como hábitat prioritario para la red Natura 2000. La mejor representación de las mismas las podemos encontrar en los alrededores del río Biale Przemsza. De hecho, la presencia de este río eleva aún más el valor ecológico del lugar aportando ecosistemas de interés por la presencia de especies animales y vegetales con diferente valor de protección.

Es justo en la zona de manantiales de este río donde, en la arenas bañadas por sus aguas limpias y claras, crece una planta endémica de Polonia y que cuenta en este espacio con una de sus mejores poblaciones. Se trata de la planta Cochleara polonica. Una plantita de pequeñas dimensiones y flores blanquecinas que apenas llama la atención, pero que eleva la importancia del lugar a un nivel superior.

Ejemplar en flor de Cochleara polonica.
Ejemplar en flor de Cochleara polonica.

Además de esta planta, el desierto posee otros elementos de interés como el Refugio Jurásico Central, unos valiosos bosques de hayas, y diferentes cuevas de origen calcáreo en las que se refugian diferentes especies de murciélagos de importancia europea.

En definitiva, el Desierto de Bledow será un lugar que no solamente os sorprenderá por el mero hecho de ser un desierto en Polonia, sino que además, si os decidís adentraros en él, descubriréis una serie de elementos naturales que seguro os van a gustar. Un mini-Sahara como lo bautizó la CNN.

Dentro de la familia de las Anacardiáceas encontramos al Lentisco (Pistacia lentiscus). Una planta eminentemente mediterránea, considerada como uno de los arbustos nobles que rodean las tierras bañadas por este mar. Un arbusto que ha convivido con el ser humano desde hace miles de años y que ha estado ligado a las diferentes culturas que con el paso de los años han poblado estas tierras. Vamos a ver un poco de su historia pasada, presente y quizás futura.

Ejemplar en fruto de lentisco (Pistacia lentiscus).
Ejemplar en fruto de lentisco (Pistacia lentiscus).

El lentisco, los fenicios y otras culturas mediterráneas.

Ya os podemos adelantar que son numerosos los usos que el lentisco ha tenido, y que posiblemente si los detalláramos todos el artículo podría alargarse mucho. Es por ello que vamos a resumir sus usos con el paso de los años.

Comenzaremos con los egipcios que consideraban a la planta, sus aromas y sus aceites como elementos místicos que fueron utilizados durante los ritos funerarios. En algunas de las cámaras mortuorias se han encontrado restos de esta planta que nos puede indicar que esta cultura tenía creencias con respecto a los productos que esta planta puede ofrecer.

Fueron los fenicios los que llevaron a cabo uno de los usos del lentisco que ha podido condicionar más la distribución de la especie y su componente genético. Entre los numerosos usos, las ramas de lentisco los utilizaban en sus transportes en barco para acolchar las vasijas y así minimizar las pérdidas durante los temporales que a menudo tenían que soportar en sus travesías por el Mediterráneo. Al final, este movimiento de ejemplares de lentisco entre el Mediterráneo oriental y el occidental estoy seguro que ha tenido que ver con el mapa genético que hoy en día presenta la especie.

La cultura griega también aprovechó algunas de las bondades que el lentisco puede dar. Vamos a destacar el valor como dentífrico en forma de chicle que su resina posee y que ya fue probado por algunas culturas mediterráneas.

Almáciga o resina de lentisco.
Almáciga o resina de lentisco.

Los frutos del lentisco.

El lentisco es un arbusto perenne dioico. Esto quiere decir que hay ejemplares que son macho y otros que son hembra, y que por lo tanto necesita de dos ejemplares de sexos diferentes cercanos para poder producir frutos viables. Estos frutos son carnosos y por lo tanto son un atrayente para su consumo por diferentes especies de fauna (sobre todo aves).

Este recurso alimenticio supone una importante fuente nutritiva ya que estos frutos contienen bastante más cantidad de energía que otros de especies con frutos carnosos como pueden ser el Espino Negro (Rhamnus lycioides) o el Espárrago Blanco (Asparagus albus). El consumo de sus frutos conforma una interesante relación mutualista en la que las aves consiguen energía mientras que contribuyen a la dispersión de las semillas del lentisco.

Petirrojo posado en una rama de lentisco listo para darse el festín. Foto: http://quienabuenarbol.blogspot.com

Tras un reciente estudio realizado en la Universidad de Murcia, se ha visto el nivel de parentesco genético entre las diferentes poblaciones de Lentisco alrededor del Mar Mediterráneo. Entre los numerosos resultados del mismo, cabe destacar que las poblaciones más parecidas son las que se encuentran coincidentes con las principales rutas migratorias de aves que atraviesan el Mediterráneo. Por lo tanto, ¿quien podrá decir que la dispersión de semillas por aves no es importante para esta especie?

Te animamos a buscar esta especie en alguno de los jardines que pueblan la costa mediterránea de la península Ibérica. Busca el más cercano aquí.

Y por desgracia, el que tuvo retuvo.

El pasado verano me sorprendió una noticia que pude ver en un periódico levantino. Rezaba algo así como “el expolio de lentisco”. Al leer el titular no me lo tomé en serio y pensaba que era un título con un carácter más metafórico que otra cosa. Pero por desgracia me estaba equivocando.

En los montes de la costa mediterránea penínsular se está llevando a cabo la recogida de lentisco de manera indiscriminada. El usos de sus hojas como componente verde para composiciones florales está haciendo que cada vez se pague más en países de centroeuropa como Holanda y Bélgica. De este negocio se han dado cuenta en España y se están organizando cuadrillas de recolectores de lentisco los cuales son transportados en furgonetas y distribuidos por el monte donde van formando fardos de ramas de lentisco. Una vez los tienen atados, los dejan al borde la carretera para que una furgoneta los vaya recogiendo. Obviamente, el control de esta actividad es nulo, y su recolección se hace de manera indiscriminada. Además, en muchas ocasiones los recolectores van campo a través, dificultando su detención. Todo esto está resultando en que las poblaciones de lentisco de algunos montes mediterráneos se están viendo mermadas.

Lentisco decomisado por los agentes rurales en los montes de Tarragona.

Sirva este artículo como llamamiento para vigilar estas acciones. Porque estoy realmente seguro que las culturas clásicas y antiguas sabían de sobra como recolectar y manejar las poblaciones de lentisco mucho mejor a como se están tratando con esta nueva práctica recolectora.

Los pasados días 14,15, 16 y 17, llegó el momento de conocer el interior de la provincia de Lugo. Porque en Galicia es de sobra conocida su costa, sus rías, el Camino de Santiago, pero quizás hay montañas en el interior que no son tan conocidas, pero no por ello merecen menos la pena. El Caurel y los Ancares gallegos fueron nuestros objetivos, y os vamos a contar como nos fue nuestro recorrido por estos paisajes de ensueño.

Las laderas de las montañas del Caurel nos dieron la bienvenida.
Las laderas de las montañas del Caurel nos dieron la bienvenida.

El río Ladra y su tramo inhóspito.

Aterrizamos en el aeropuerto de Santiago de Compostela y para no hacer el tramo hasta el Caurel de golpe, dimos un pequeño paseo por el río Ladra, y realmente nos sorprendió mucho. La suerte es que parte de estos bosques que lindan con el río se encuentran en la actualidad bajo acuerdos de custodia del territorio (Asociación Gallega de Custodia del Territorio). Esto ha hecho que la conservación del lugar esté siendo una realidad, y eso se nota enormemente en la naturaleza del mismo.

Con este pretexto, el paseo que dimos solo pudo ser mágico, y así lo sentimos. Sin duda, unos paisajes de duendes y elfos.

El grupo adentrándose en el bosque que custodia al río Ladra.
El grupo adentrándose en el bosque que custodia al río Ladra.

Después de esta ruta idílica, llegamos a nuestro alojamiento en Paderne del Caurel. Un pueblecito con encanto que nos acompañó durante dos noches.

En el Caurel, la devesa de A Rogueira.

En el segundo día de nuestro viaje, nos tocaba conocer el lugar que nos sirvió de excusa para realizar nuestro viaje. Y no defraudó. ¿Podéis imaginar 22 bosques en uno solo? Cuando tenemos un bosque, éste coge el nombre de la especies arbórea predominante. De esta manera, lo normal es encontrar en un monte uno o dos tipos de bosques. Pero en la Devesa de a Rogueira esto nos puede pasar hasta 22 veces. En un momento los robles, en otro las hayas, después los tejos, en algún momento los castaños, y así hasta 22 especies diferentes. Esto hace que, mientras que los recorremos buscando la parte más alta, nuestra mirada divisa paisajes muy diferentes.

Los musgos cubren los árboles sin importarle que tipo de bosque sea el que predomine.
Los musgos cubren los árboles sin importarle que tipo de bosque sea el que predomine.

Comenzamos una última subida un poco más exigente pasando por la cascada de A Rogueira. Un curioso lugar donde la roca tiene dos colores muy diferenciados. Y es que en este punto es donde se unen los materiales calizos con los silíceos, y eso se traduce en dos colores muy bien marcados.

La cascada de Rogueira con sus dos colores de roca.

Y al terminar la subida, era el momento de mirar atrás. ¿Estábamos en Escocia? Bien lo parecía. Brezales que ocupaban las partes más altas de las laderas que nos acompañaron hasta que iniciamos la bajada que nos iba a llevar al bus.

La parte de arriba de Rogueira (Sierra del Caurel) nos muestra un paisaje de brezos que nos trasladará a las Highlands escocesas.
La parte de arriba de Rogueira (Sierra del Caurel) nos muestra un paisaje de brezos que nos trasladará a las Highlands escocesas.

Por la tarde, nos dimos un agradable paseo por el bonito pueblo de Seceda. Una imagen vale más que 1000 palabras, así que os dejamos una de este pueblo.

El pueblo negro de Seceda en el Caurel, con sus rústicas calles.
El pueblo negro de Seceda en el Caurel, con sus rústicas calles.

El río Pequeno, otro de los cursos que atraviesa el Caurel.

El tercer día salimos de nuestros alojamientos en Paderne del Caurel y seguimos el curso del río Pequeno. Está fue una ruta sencilla en la que el ruido del agua nos fue acompañando. Su presencia nos aseguraba encontrarnos con especies de ribera muy diferentes a las que habíamos visto el día anterior.

Muchos cursos de agua del Caurel que van a desembocar al río Pequeno muestran este frondoso aspecto.
Muchos cursos de agua del Caurel que van a desembocar al río Pequeno muestran este frondoso aspecto.

Después de comer abandonamos el Caurel y, antes de dirigirnos a nuestro próximo destino en Piornedo, en los Ancares gallegos, nos dimos un paseo por un lugar que nos dejó a todos con la boca abierta.

No sabíamos que nos estaba esperando un bosque de duendes. Los musgos han ido tapizando las grandes rocas, las cuales han formado pasillos que convierten el paseo entre ellas en algo realmente mágico.

Rocas tapizadas de musgo en Os Grobos.

Y cuando llegamos a Piornedo, nos dio tiempo a dar un paseo por el pueblo conociendo como eran las pallozas en las que vivían los lugareños de estas sierras hasta no hace mucho tiempo. Su Museo Palloza te transporta y te permite viajar en el tiempo.

Y finalizamos recorriendo los Ancares gallegos.

Nuestro último día se iniciaba con una ruta corta por los alrededores de Piornedo para descubrir el corazón de los ancares gallegos. Terminábamos de conocer los paisajes de ensueño que salpican el interior de la provincia de Lugo. Además, pudimos conocer historias locales que pusieron el colofón a nuestro viaje por el Caurel.

Último respiro del aire de los Ancanres antes de emprender nuestro camino de regreso.

Fueron 4 días para descubrir, para disfrutar y para conocer más de todas las maravillas que la naturaleza y la población local del Caurel tienen para sorprender.