Eslovenia, los Alpes al sol
Lago Bohinj

Si uno sigue la cuenta de Interrail en Instagram, notará una serie de paisajes que se repiten cuando llega el verano, que no son tanto playas paradisíacas y puestas de sol. Entre ellos, quizás el mas reiterado es fácilmente reconocible: un lago en medio de altas montañas boscosas, con una isla perfecta en medio, ocupada por una iglesia con un espigado campanario de estilo austríaco.

Se trata de la postal típica del Lago Bled, en Eslovenia, la imagen mas conocida de un país que muchos sitúan en algún lugar indeterminado del Este de Europa, mas bien con poco que ver con el Mediterráneo. Sin embargo, la sorpresa que nos reserva el país es, precisamente, su perfecta mezcla entre el típico paisaje de montaña centroeuropeo y la radiante luz de la costa que queda pocos kilómetros mas allá.

El Lago Bled

Los Alpes del Mediterráneo

Los Alpes Julianos, llamados así porque fue el César quien estableció el control de Roma sobre la zona, son la parte mas sureña de la gran cordillera, junto a sus vecinos, los Dolomitas italianos. Su cara sur está apenas a 25 kilómetros en línea recta de la orilla mediterránea, y de ahí su clima suave y su extraordinaria biodiversidad, que combina paisajes de campiña, que podrían estar en la Toscana, con las grandiosas cumbres de roca rodeadas por bosques de hayas, abetos y alerces, y praderas de montaña donde crece, entre otras flores de las nieves, el edelweiss.

El país de las cuevas

A los amantes de la geología, o simplemente a aquellos que los espectaculares paisajes les hacen pensar sobre cómo han llegado a ser así, les sonará la palabra «karst». Kárstica es la forma en la que se erosionan las rocas calizas, disueltas lentamente por el agua de lluvia hasta formar cuevas, barrancos y otros fenómenos de derrumbe en el seno de las montañas. Pues bien, el Karst o Carso, en italiano, es la región entre Eslovenia e Italia donde, por su abundancia y perfección, se empezaron a estudiar estas formaciones y de donde les quedó el nombre. Hoy utilizamos en geología palabras eslovenas como dolina, poljé, ponor o lenar, que designan a tipos de erosiones calizas, por este mismo motivo.

Garganta Vintgar

El mundo subterráneo esloveno es descomunal, capaz de albergar catedrales en su interior.  Hay cuevas visitables por doquier, y la característica común son sus fantásticas proporciones y el muestrario de formaciones, de todos los tipos que se puedan encontrar en la roca caliza.

La de Predjama forma parte de un castillo empotrado en la montaña, y las de Postojna son las mas conocidas, ya que fueron de las primeras en ser habilitadas para la visita. Sin embargo, las de Skocjan son las que nos robaron el corazón. Imagínate la garganta de un río, la mas impresionante de aquellas en las que hayas estado en España. Métela bajo tierra. Así son las Cuevas de Skocjan.

Pero no todo está dentro de la cueva. Al exterior, Skocjan es bucólico. El río crea cascadas, entra y sale del inframundo y se rodea, entre hondos desplomes, de un encantador bosque.

Agua para la acción y para el reposo

Los Alpes son montañas vivas, que todavía siguen creciendo y que están en permanente destrucción y creación. El agua cae de las altas cumbres en cascadas con largas colas de caballo, como en Savica, o con un chorro impetuoso desde un voladizo, como la de Peričnik, para nosotros, la mas bonita de Eslovenia.

El agua excava cicatrices cuando llega mas abajo, de las que la Garganta de Vintgar se lleva la palma en popularidad, pero la de Pokljuka nos embruja en un paraje misterioso y apartado. El cañón del río Soça es la meca de los amantes de las aguas bravas, pero caminarlo es, sin duda, mejor para apreciar la belleza de sus aguas turquesa, de una orilla a otra, sobre puentes colgantes. Al llegar a los valles, el agua se pacifica en paradisíacos lagos de origen glaciar, tocados por la gracia de las aguas termales en sus fondos, de modo que la temperatura es ideal para darse un chapuzón en verano.

Baño en el Lago Bohinj

Por si fuera poco, Eslovenia da muestras por todos lados de su antigua pertenencia al Imperio Austrohúngaro, salpicando sus valles con pequeños pueblos de arquitectura tirolesa, cual Radovljka; una capital, Ljubliana, en la que se respira la elegancia, vitalidad y sencillez de esta tierra; y una costa pegada al Adriático, donde las abigarradas villas costeras, como Piran, se disfrazan de Venecia sin canales.

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