A finales de Junio de 2017 se declaró uno de los primeros incendios sonados en la Península Ibérica. Fue en el sur, en la emblemática zona de Doñana. Refugio de linces ibéricos, sostén de una vegetación mediterránea modélica, y área protegida por la exclusiva figura de protección de Parque Nacional.
Sin duda, este fue uno de los primeros incendios que durante todo el verano van a ir ocurriendo en las diferentes zonas del país (como todos lo años). En este post no quiero entrar en debates políticos ni opiniones personales, pero lo que está claro es que, como ya ha pasado en otros años, muchos de estos incendios son provocados por el ser humano.
La perpetuidad de los incendios en el Mediterráneo
La conexión fuego-mediterráneo ha estado presente desde hace muchos millones de años, incluso antes de que el ser humano empezara a impactar el medio. Tanto es así que encontramos numerosas estrategias evolutivas en plantas mediterráneas en las que el fuego está muy presente. El problema ha sido cuando el ser humano ha incrementado la recurrencia de estos fuegos, imposibilitando que a los ecosistemas les de tiempo a regenerarse.
En general se puede usar el término especie pirófila para todas aquellas que tienen una cierta afinidad con el fuego. Veamos algunos ejemplos.
Pino Carrasco (Pinus halepensis) – A lo largo de toda la costa mediterránea, los pinares de esta especie son uno de los paisajes dominantes. Como en muchas otras coníferas, las piñas de esta especie tienen una cierta capacidad de ser propulsadas cuando entran en contacto con el fuego. Esto favorece la dispersión de las semillas que están incluidas en el interior de dichas piñas.
Jara Blanca (Cistus albidus) – En este caso tenemos una especie típica del matorral mediterráneo cuyas semillas ven favorecidas enormemente su germinación cuando han sido sometidas a las altas temperaturas que provocan los incendios. De manera secundaria, también se ven favorecidas por la eliminación del estrato arbóreo (que podría estar formado por pinos carrascos).
Alcornoque (Quercus suber) – Especie de la que obtenemos el corcho, y precisamente es ese corcho el que sirve como escudo protector para los ejemplares de alcornoque. De esta manera, el fuego elimina otras especies que podrían competir con éste y los individuos arbóreos de alcornoque pueden perdurar sin tener que luchar por los recursos con otras especies durante un tiempo.
Resumiendo, las especies vegetales han llegado a sentir el fuego como algo normal en el Mediterráneo. El problema es que el ser humano, por diversos motivos, está incrementando la recurrencia de los incendios. Y esto si que supone un gran impacto para los ecosistemas mediterráneos.
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